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|   Sábado 22 Mayo 2010

«He visto vídeos de cómo son las granjas de cerdos, la mayoría de esas imágenes son de baja calidad y están grabadas en otros países desde hace algún tiempo. Sin embargo, no es lo mismo ver un vídeo sobre la realidad que se esconde tras las granjas industriales que entrar  y ver con mis propios ojos una injusticia tan real como desconocida.

Entrar en una granja sin el permiso del propietario es ilegal, pero a pesar del peligro que correría adentrándome en una granja decidí asumir las consecuencias que podían  derivarse  de mis actos y visitar varias de estas granjas sin ocultar mi rostro y dando mi nombre y apellidos para grabar y fotografiar el  terrible padecimiento de estos animales para después sacar a la luz lo que ocurre ahí dentro.

La primera granja de cerdos en la que entré no era muy grande y desde el exterior no podía imaginarme lo que instantes después iba a ver en tan sólo unos minutos en el interior de esas viejas naves. 

Eran las 2 de la madrugada, dos de mis compañeros permanecen fuera de la granja haciendo vigilancia. Equipados con monos de bioseguridad, mascarillas, calzas desechables, etc. nos adentramos en una de las naves industriales de la granja. Nada más abrir la primera puerta puedo ver varios cadáveres de bebes en el suelo, seguimos caminando y abrimos otra puerta, encendemos la luz y entramos en una polvorienta nave; el olor y el calor eran insoportable, prácticamente no podía respirar. Atemorizados, los cerdos se levantan y olisquean su cubículo; ante la presencia de los activistas, las crías aterradas, intentan refugiarse; me acerco hacia ellos para grabarles más de cerca y observar sus miradas, pero provoco tal terror en ellos que comienzan a gritar. Esa noche eran activistas entrando a  la nave para dar a conocer lo que sucede tras los muros de una granja, muestra por primera vez el terrible padecimiento de los animales víctimas la próxima visita será la del granjero que les subirá a un camión para llevarles al matadero.

En esta y en cada una de las granjas que he visitado, he visto animales tan hambrientos y desesperados que se comen sus propios excrementos, cerdos muertos devorados por quienes antes eran sus compañeros de prisión, madres que se revuelven dentro de su jaula en la que no pueden darse la vuelta… Son muchas las emociones que experimenté en el interior de una granja, desde el miedo a ser descubiertos a la impotencia de no poder hacer nada por salvar a esos animales del aquel infierno. Pese a los malos momentos, esta experiencia me ha dado fuerza para seguir, día a día, en esta lucha que sólo acaba de comenzar.

Ahora recuerdo aquella pregunta que solía hacerme desde muy pequeño y que hasta no hace mucho tiempo seguía preguntándome, ¿serán las granjas como las de los cuentos infantiles y los dibujos animados? Entonces creía que las granjas con animales eran lugares idílicos donde los animales vivían en un mundo de fantasía bajo el cuidado del granjero y donde apenas existía el sufrimiento; pero nada de esto es real, tampoco lo es en una granja ecológica; personalmente no he estado en ninguna, pero no me hace falta estar allí para entender que los animales tienen interés en vivir en libertad como tú y como yo; y difícilmente estos intereses serán tenidos en cuenta, sea como sea la granja donde les haya tocado vivir.

Gracias a esta investigación he tenido la oportunidad de entrar y conocer en persona lo que ocurre en el interior de estos horribles lugares; ver las miradas de tristeza y terror de los cerdos allí encerrados, el olor, los gritos de los credos, sus miradas, las terribles condiciones en las que son explotados… Nunca podré olvidarlo.»

Vive Vegano
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