La primera vez que me preguntaron si quería entrar en una granja de animales dije que me lo tenía que pensar, y era verdad. En ese momento estaba deprimida y no pensé que sería capaz ni lograría sacar las fuerzas para ver un campo de concentración en vivo y en directo. Poco después de esto me llamaron para entrar en unas granjas de cerdos. Me encontraba con más fuerzas y decidí que tenía que hacerlo. En primer lugar por los animales, porque ellos son los seres de esta tierra más explotados y maltratados que hayan existido jamás en la historia de la humanidad, y en segundo lugar, porque si sabiendo que son las victimas de tantos ríos de sangre me hubiese quedado de brazos cruzados no solo les estaría traicionando a ellos, me estaría traicionando a mí misma y a mis más profundas convicciones y pensamientos. No iba a ser la primera vez que veía una granja de cerdos porque ya había visto un video de Igualdad Animal, pero sí la primera vez que iba entrar en una y ver con mis propios ojos lo que la industria cárnica no quiere que veamos porque hiere: cientos y cientos de animales encerrados sin poder moverse, cerdas atrapadas entre hierros mientras dan de mamar a sus lechones, lechones enfermos, lechones muertos…
La primera vez que me preguntaron si quería entrar en una granja de animales dije que me lo tenía que pensar, y era verdad. En ese momento estaba deprimida y no pensé que sería capaz ni lograría sacar las fuerzas para ver un campo de concentración en vivo y en directo. Poco después de esto me llamaron para entrar en unas granjas de cerdos. Me encontraba con más fuerzas y decidí que tenía que hacerlo. En primer lugar por los animales, porque ellos son los seres de esta tierra más explotados y maltratados que hayan existido jamás en la historia de la humanidad, y en segundo lugar, porque si sabiendo que son las victimas de tantos ríos de sangre me hubiese quedado de brazos cruzados no solo les estaría traicionando a ellos, me estaría traicionando a mí misma y a mis más profundas convicciones y pensamientos. No iba a ser la primera vez que veía una granja de cerdos porque ya había visto un video de Igualdad Animal, pero sí la primera vez que iba entrar en una y ver con mis propios ojos lo que la industria cárnica no quiere que veamos porque hiere: cientos y cientos de animales encerrados sin poder moverse, cerdas atrapadas entre hierros mientras dan de mamar a sus lechones, lechones enfermos, lechones muertos…
Mientras escribo esto puedo recordar la mirada de infinita tristeza y resignación de una de tantas cerdas en las parideras, atada al suelo con un grillete en el cuello… sin poder levantarse, sin poder girarse para mirar a sus lechones, sin poder disfrutar y cuidar como cuidaría una madre libre a sus hijos, sin poder protegerles… encadenada día tras día hasta que ya no sirva para traer más lechones al negocio ganadero y la envíen directa al matadero. Su mirada se me clavó en la memoria. Si tengo que describir lo que sentí en ese momento lo haría con las palabras desolación, profunda tristeza, frustración y fracaso. Desolación por ser testigo de tantísimo sufrimiento y de la vida coartada desde el nacimiento hasta la muerte de seres vivos que como nosotros los humanos sienten y son conscientes de estar atrapados pero sin saber por qué, sin saber que han hecho mal para estar ahí. Profunda tristeza y frustración por no poder hacer nada por ellos aunque quisiera. Y fracaso, porque así es como me sentí como parte de la especie a la que pertenezco. Sentí que la especie humana tenía que ser un error de la naturaleza para permitir la explotación de esos seres vivos que tenía en frente de mí a sabiendas de que ellos también sufren, qué tienen sentimientos, qué quieren vivir sus vidas, que no son máquinas como nos quieren hacer creer… y no hacer nada por evitarlo. Me fui a casa dolida, y lloré por haber presenciado el encerramiento de seres vivos condenados de por vida hasta su muerte y no poder hacer nada para salvarles la vida, pero aunque no hay podido salvar a estos animales, sé que es posible salvar a muchos otros en un futuro dando a conocer lo que está ocurriendo día tras día en millones de granjas industriales.
Sé que la especie humana no es tan cruel como para saber que hay otros seres vivos sufriendo y agonizando en lugares apartados de nuestra vista, pero cercanos a nuestros hogares, y quedarse de brazos cruzados. Los que se benefician económicamente de los animales no quieren que el mundo vea cómo se les trata porque para ellos son solamente bienes a los que hay que sacar el mayor rendimiento. A ellos les interesa que también nosotros les veamos como objetos, que bloqueemos nuestras emociones, que no pensemos, que no nos cuestionemos, pero una vez que hemos visto y una vez que entendemos que no es justo que los animales vivan así, tenemos que demostrar nuestra humanidad y empatía con el sufrimiento ajeno.
Entre todos nosotros podemos parar esta masacre, está en nuestras manos, está en mí y está en ti. Tan sencillo como dejar de comer animales y optar por una dieta libre de sufrimiento. Vivamos y disfrutemos nuestras vidas, pero dejemos que los demás seres vivos también disfruten de las suyas. Por justicia, por empatía y por amor a la naturaleza. Hazte vegano.