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|   Miércoles 26 Mayo 2010

A las 8 de la noche recibo un correo con el número telefónico de mi compañera que coordina las salidas a granjas. Estamos haciendo una investigación que trata de contar el primer mes de vida de un cerdo y quizás un poco más, si las fuerzas nos alcanzan. El 10% de las crías suelen morir en los primeros días por las condiciones tan duras en las que viven. No tarde ni un minuto en llamarla y confirmarle que si puedo ir a la cita.

Antes yo debía prepararme psicológicamente para semejante experiencia ya que sería mi primera vez. Así que decidí que lo mejor sería encender velas en mi salón y me senté frente a ellas y cerré los ojos. Visualicé la futura experiencia, visualicé a las cerdas en sus jaulas, tal como lo había visto en videos en el pasado. Visualicé a todas esas pequeñas crías recién nacidas; visualicé el olor fétido de sus gases, visualicé la oscuridad; y visualicé sobretodo que yo estaba yendo como parte de un equipo de investigación y como tal, estaba yendo a hacer un trabajo. No debía dejar que mi lado sentimental fluyera, debía contenerlo por unas horas, sino la operación no saldría bien. Todo esto transcurría mientras escuchaba el disco Judgement de Anathema, un disco muy suave que se ha vuelto especial para mí porque me lo regaló hace poco una personita a la que admiro mucho.

En plena meditación tuve escalofríos y lloré en varios momentos. Volvía a calmarme, pero es que lo que visualizaba era muy fuerte. Dejé fluir y lloré lo que quise, luego, en el terreno, en la vida real, esas lágrimas debían contenerse./p>

En ese plan estuve cerca de 40 minutos. Luego pasé de la calma a la euforia. Cambié la música suave por todo lo contrario. Era hora de poner el disco Slaughter of the Soul de At the Gates. Un disco súper especial para mí por muchas razones, pero básicamente porque ha estado conmigo en los grandes cambios y episodios de mi vida desde el año 1995. Ese disco logra en mi, pasar de la tristeza y la desesperanza a tener una fuerza imparable y recargarme de energía de una manera brutal.

Me alisté y fui a reunirme con mis amigos. A las 2:00am llegamos al sitio en cuestión. La finca cría pollos y cerdos, cosa totalmente insana e ilógica, ya que fuera del tema ético que nos lleva a investigar lo que ocurre en ese tipo de sitios; el criar pollos y cerdos tan cerca, supone un riesgo elevadísimo en cuestión de contagio de enfermedades y creación de nuevas mutaciones de virus.

A mí me tocó hacer de fotógrafo así que comencé a tomar fotos de lo que yo creía que debía tomar. Traté de coger los ángulos más originales y captar esos momentos que hacen de una toma, una buena fotografía.

Luego fui más consciente de lo que me rodeaba. Cerca de una docena de cerdas yacían en el suelo echadas, algunas medias de pie. Todas con una expresión de resignación en la cara. Lo bueno de hacer investigaciones con mamíferos es que se puede captar más rápidamente si están mal o bien por la cercanía genética que tenemos. Es obvio que estaban mal, pero hay algo especial en la expresión de un cerdo que es difícil de explicar.

Las cerdas contaban con unos bebederos que desgraciadamente estaban vacíos todos. Es difícil imaginar la ansiedad por la que deben estar pasando cada minuto esos individuos.

Alguna vez saliendo de excursión con unos amigos en los Andes de Perú acabamos todas nuestras reservas de líquidos y gracias a algo de control mental pudimos llegar a nuestro destino, sanos y salvos. Pero fue muy difícil seguir caminando con un calor descomunal por unas horas más sin poder beber más que nuestras salivas. Lo que viven esas cerdas es todos los días, la palabra injusto queda corta.

Las escenas en general eran muy tristes, al lado de la cerda que tenía al cerdito que seguíamos, estaba otra cerda también con sus 10 a 12 cerditos. Uno de ellos yacía muerto cerca de las patas traseras de la madre. Otro, al lado de su cabeza parecía muerto pero después de 30 minutos de estar allí tomando fotos, dio un respiro, moriría esa misma noche, la agonía era más que obvia.

Al llegar a casa a las 4 de la madrugada, me cambié de ropas que apestaban a mil demonios y directo a la cama. Al despertar a medio día recordé que TUVE UN SUEÑO ESPECIAL:

MI MADRE EN EL SOFÁ

El sueño comienza en un salón donde no supe distinguir si era en una casa conocida o desconocida. Habían colores, pero sobrios. En escena aparecemos mi madre y yo. Mi madre estaba con un vestido largo de color beige y yo no recuerdo con que ropa estaba, quizás con colores oscuros.

Entramos al salón y la invité a sentarse en el sofá que teníamos en frente. Veníamos de la calle y ya le había adelantado que tenía que contarle algo importante sobre las cosas que hago con mis compañeros a raíz que me volví vegano. Así que nos sentamos, ella de espaldas a la ventana y yo a su lado izquierdo; y le empecé a contar mi primera experiencia en una granja de cerdos en España. Ella se mostraba muy interesada con la historia que le iba contando al tiempo que me alegraba que alguien que no fuera vegano apoyara al 100% este tipo de actividades. Mi madre, que murió hace 3 años, siempre creyó en mí y trató de apoyarme en todo aquello que me hacía sentir realizado como persona.

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