Llevo siendo activista por los derechos animales más de ocho años. En todo este tiempo he visto muchas imágenes de explotación animal. De hecho, el haber visto imágenes de este tipo fue decisivo en el cambio de mentalidad que tuve respecto a la relación que mantenemos con los animales.
No deja de sorprenderme que mucha gente no quiera ver estas imágenes pero a la vez no tengan problema en seguir participando en todo esto. Creo que tenemos que saber lo que está pasando en el interior de estos lugares y ponernos en el lugar de esos animales. Recuerdo hace muchos años cuando en la calle mostraba imágenes de mataderos o granjas de zorros a la gente y me preguntaban acerca del lugar donde habían sido grabadas esas imágenes. Cuando respondía diciendo que era un matadero de Estados Unidos o una granja de zorros de China, la respuesta era automática: Eso no sucede aquí.
Experiencias como esta me demostraron que era esencial realizar trabajos de investigación para mostrar a la sociedad española lo que estaban padeciendo los animales en el interior de las granjas de visones, mataderos, granjas de cerdos, laboratorios…
En este caso voy a hablarte de mi experiencia en la investigación sobre granjas de cerdos de España, en la que más de 50 activistas de Iguadad Animal hemos documentado durante dos años y medio lo que sucede tras esos muros.
No quiero caer en los tópicos, pero me es muy difícil describir con palabras todo lo que he visto, oído, sentido en todo este tiempo. Sólo espero que hayamos podido reflejar de la manera más objetiva y cercana posible, la realidad que están padeciendo diariamente estos animales.
He visto a madres aplastar a sus hijos, cerdos tirados a contenedores estando aún vivos, animales con tumores tan grandes que no podían ni moverse, cerdos comiéndose a compañeros enfermos, animales ahogándose en sus propios excrementos, cerdos con la mitad de su intestino fuera de su cuerpo. He visto cómo bebés cambiaban de comportamiento tras ser mutilados y castrados, pasando de la curiosidad incial de su primeros días de vidas a tener miedo de todo lo que les rodeaba. He visto que todo esto no era la excepción, que era la norma, y también he visto el horror del canibalismo en las granajs ecológicas, y he visto los mataderos donde son enviados todos estos animales, independientemente del tipo de granjas que provengan. He oído a madres gritando desesperadas debido al confinamiento, a bebés gritando porque su madre les ha aplastado la mitad de su cuerpo, cerdos tosiendo porque no pueden respirar por vivir rodeados de sus propios excrementos.
Iban pasando los meses y siempre te sorprendías al entrar en nuevas granjas. Cuando ya creías que no podía existir un horror mayor del que habías presenciado la última vez, la realidad de una nueva granja te golpeaba. En todo este tiempo no he podido quitarme de la cabeza todo esto, no he podido deshacerme de la sensación de impotencia que sentía al documentar todo este horror. Muchos de los animales que he visto, ya están muertos, otros siguen agonizando y otros van a experiementar el infierno al que les hemos condenado.
A pocos kilómetros de nuestras casas, todo esto está ocurriendo. Ha llegado la hora de enfrentarnos a ello y no mirar a otro lado.