«Como cada persona sensible al sufrimiento de los demás animales, he visto en el curso del tiempo muchas imágenes y muchos vídeos sobre explotación, crueldad y torturas. Conociendo esta realidad me sentía preparada para encontrar lo peor, pero he comprobado posteriormente que siempre hay algo tan terrible que te hace dudar de tu capacidad para soportarlo.
Cuando mis compañeros me pidieron si quería ver con mis propios ojos aquello que antes había visto sólo a través de terceros, y documentar yo misma estas atrocidades, pensé «No, no tengo ganas, es imposible querer ir a donde encontrarás algo que seguramente te afectará profundamente». Pero el punto clave es que se trata verdaderamente de un deber personal, debemos abrir los ojos aunque no nos guste lo que vamos a ver y tenemos que hacer todo lo posible para que la información obtenida alcance el mayor número posible de personas.
En el documental realizado gracias a la gran investigación de Igualdad Animal, es posible conocer la realidad de las granjas de cerdos en España (y consecuentemente la realidad de cualquier otra granja en el resto del mundo), así que aquí no quiero hablar de lo que he visto sino sólo de lo que he sentido en esta experiencia.
Querría poder explicar la sensación de absoluta impotencia y desagrado cuando atraviesas rápidamente largos y estrechos pasillos entre filas de jaulas llenas de cerdos que gritan a causa del miedo y el asombro: un sonido tan fuerte que me obligaba a cubrirme los oídos con mis manos, mientras con el corazón me latía fuertemente, trataba de no encontrarme nunca con sus miradas para evitar perder la fuerza. Querría que todos comprendiesen la gran fuerza que la situación requería para lograr hacer una fotografía a un recién nacido que ya se encontraba agonizando sobre un suelo llena de excrementos. Me repetía a mi misma en la cabeza que si moría, probable y paradójicamente fuese la solución más afortunada.
Tengo una imagen en particular que permanece viva en la mente: un pequeño grupo de grandes personas que caminan en silencio en una calle fuera de la ciudad rodeada de campos y enormes naves de granjas a lo lejos, iluminadas por la luz de una luna casi llena. Consiguen llegar al coche para regresar a casa, después de haber visitado demasiados lugares tristes en una sola noche, exhaustos y en silencio. Durante el viaje trato de elaborar mentalmente mis pensamientos y encerrarlos en una caja imaginaria en mi mente para poder defenderme de las pesadillas que me traerán. Pesadillas que no pueden evitar de vivir todas las criaturas que en cambio están obligadas a permanecer en estos lugares, humilladas, heridos en el cuerpo y en el alma, sufriendo hasta su brutal muerte.»