Igualdad Animal | Organizaci—n internacional de derechos animales
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Ricardo Jiménez

|   MiĂ©rcoles 19 Mayo 2010

Me bastó ir en un par de ocasiones, con mis compañeros de Igualdad Animal, a una granja de cerdos, para constatar que aquello que ellos me habían relatado y las imágenes que mostraban, no solo eran tan reales como parecían, sino que aquello era aún peor y más amargo de lo que uno se imagina. Durante dos noches vi, oí y toqué el dolor y la angustia, la frustración y la agonía, la molestia y el aburrimiento, las heridas abiertas, el hambre, la asfixia, el miedo y la locura.

María González

|   MiĂ©rcoles 19 Mayo 2010

Mi primera vez no fue como activista, ya que estudio veterinaria y visitamos granjas para ver cómo funcionan, obviamente en estas excursiones no se muestra todo, hay muchas cosas que se ocultan, o por ilegales o por desagradables. De igual modo, lo más impactante para mí al entrar en una granja es el olor, es algo que no se puede ocultar a quien las visita, pero que por desgracia no podemos mostrar a los que no las han visitado. Es un olor muy fuerte, a amoniaco, a purines, excrementos, a animales enfermos… a muerte… es desagradable, pero también es irritante, así que los ojos nos pican y nos molesta al respirar, nosotros entramos unas horas y salimos horrorizados por ese olor, ellos viven ahí toda su vida y encima su olfato es mucho más sensible que el nuestro.

June Tomé

|   MiĂ©rcoles 19 Mayo 2010

Las estrellas brillaban y en la oscuridad sólo se oían los coches que pasaban por la carretera y algún que otro pájaro piar. Ya habíamos llegado a nuestro destino, varios sentimientos como el miedo, la tristeza y el nerviosismo se cruzaron dentó de mí, ya nos encontrábamos enfrente de la granja, desde fuera podíamos percibir aquello que sólo uno puede percibir cuando esta enfrente de ella que es el desagradable olor que desprendía la granja desde dentro.

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